CONSERVAS EL VIEJO PESCADOR. CORTAFICIO (TAPIA DE CASARIEGO) – 19 HABITANTES
Carlos Díaz Riesgo, de origen somedano, era director de una sucursal bancaria en Gijón. Cuando la entidad le envió a Argentina, él y su esposa decidieron que el pueblo de adopción de ella, Tapia de Casariego, era un lugar mucho mejor para afrontar su futuro

OCTAVIO VILLA

Era 2017 y ninguno de los dos sabía mucho de conservas, pero sí que tenían claro que querían vincularse a Tapia de Casariego. También, que el producto de máxima calidad siempre tiene hueco en el mercado. Y que la materia prima de la que nutren nuestras costas a sus pescadores es óptima: «El Cantábrico da el mejor pulpo y el mejor pescado del mundo», afirma Carlos, «y el truco es solo tratarlo lo mejor posible».

El Viejo Pescador no es su creación. La empresa nació en 1998 de la mano de Emiliano y Conchi, dos tapiegos de ideas claras y mejor bonito del norte en conserva. Emiliano aún trabaja en la empresa, enamorado del aroma y el sabor del bonito recién salido del cocedero («es como mejor está. Ponle un poco de aceite de oliva y unos cachelos, y es una delicia», recomienda con ojos golosos). Él y su esposa transmitieron a Ángela y Carlos sus saberes con la propiedad de la empresa. Y la joven pareja aportó sus conocimientos empresariales y de diseño, una visión ambiciosa del futuro y ganas de ampliar el negocio.

Hoy tienen líneas de bonito del norte en varias preparaciones, mejillones, sardinilla, anchoas y patés (de bonito y mejillones y de bonito), siempre con la máxima calidad como prioridad. Y el pulpo. La gran apuesta de Carlos y Ángela. En buena medida, su obsesión. Y la clave de su éxito presente y del futuro. ¿Por qué? Sencillo: «Solo usamos pulpo certificado del Cantábrico. Es la misma especie que la que se trae de Marruecos, sí, pero es muy distinto que el animal se críe en aguas calientes y de fondos arenosos, donde se pone grueso y con poco sabor, que lo haga en los pedreros del Cantábrico, con aguas batidas que le obligan a mucho más esfuerzo, donde el agua es fría y más oxigenada, y donde hasta su comida es más rica. En el Cantábrico salen pulpos más pequeños, pero mucho más sabrosos».

Partiendo de ahí, el éxito está cercano, pero no asegurado. Carlos y Ángela han optado por presentar el pulpo cocido, al vacío y en el agua de cocción, que por sí misma podría ser un producto digno de tiendas delicatessen.

Con este producto, El Viejo Pescador ha entrado en muchas de las cocinas de restauración más selectas de Asturias, tanto por su facilidad de preparación como por su sabor y por el hecho de que Carlos y Ángela atienden a sus clientes hosteleros ‘a la carta’, con cortes del pulpo que se adecúen a la forma preferente de preparación en cada negocio.

¿Se puede competir desde Tapia de Casariego? «Sí», concluye, rotundo, Carlos. «Y desde Lastres, Luces, desde Gijón o Ribadesella». La clave es tener claro que «nuestra liga es la de la mejor calidad del producto, no la del precio. Y ahí sí que hay un ‘debe’ en el que las administraciones nos tienen que ayudar». Por ejemplo, los bonitos del norte que utilizan Ángela y Carlos son preferentemente de la rula de Puerto de Vega, «donde la mayoría de las lanchas salen cuatro o cinco días a la mar, mientras que los grandes buques lo hacen en costeras de más de un mes. Así nos aseguramos de que el producto siempre está fresco y no machacado». Se le encienden los ojos cuando escucha nombrar a alguna gran conservera «que lo que hace es envasar aquí bonito que viene congelado del Pacífico. El cliente, luego, ve que pone ‘producto de Asturias’ o ‘de Galicia’ cuando lo único que se hace es envasar aquí un producto que viene machacado». Es una guerra que se combate con buena información y paciencia. Las batallas de El Viejo Pescador se cuentan por victorias, como atestigua el hecho de que de los dos trabajadores iniciales en tres años se ha pasado ya a once. Un prometedor inicio de singladura.