CONECTA NARCEA. CARBALLO (CANGAS DEL NARCEA) – 95 HABITANTES
Diego Alonso llegó a Carballo en plena pandemia para teletrabajar. No pudo, así que hizo de la necesidad virtud y creó Conecta Narcea, un proyecto para que todos puedan conectarse a la red. «Sin conexión a la red, en el pueblo no se puede competir»

BELÉN G. HIDALGO

Conectar. Primero con Carballo, el pueblo cangués donde hunden sus raíces los antepasados de su mujer, Laura Rodríguez. Y después, conectar con las necesidades de todo un valle, el que riega el río Cibea, para hallar la excusa perfecta y emprender. Emprender y ser capaz de procurar un recurso, internet, imprescindible para iniciar un proyecto vital y sumar más familias al mundo rural. Así fue como Diego Alonso, técnico de navegación aérea, aterrizó hace un año en Carballo y fue dando alas a su proyecto empresarial, Conecta Narcea.

«Internet va mal y la cobertura, fatal en la zona. El director del colegio de mi hijo, Mariano, inició una recogida de firmas para instar a las administraciones a dar una solución. Así que decidí tomar parte y montar algo que me permitiese vivir de ello y, al mismo tiempo, garantizase este servicio en la zona», resume Alonso, que recuerda cómo se le partió el alma al ver a una niña, portátil en mano, subir hasta el pueblo de Las Tiendas para poder acabar sus deberes. La solución, al menos vía administrativa, no sería rápida. Él tampoco podía teletrabajar.

«Sin conexión a internet en el pueblo te sientes atrapado. No puedes competir», afirma Alonso, que reconoce que, pese a llevar apenas unas semanas de actividad, la acogida es buena. No en vano, con internet hoy ya se puede recuperar la telefonía fija, que es deficiente, y, en muchas zonas, la única, pues también falla la cobertura móvil.

Su misión no va más allá de instalar una antena que funciona como router que, a su vez, conecta con un repetidor wifi. «Es un enlace que transporta un ancho de banda para que llegue al cliente. Funciona como radioenlaces punto a punto. Logras una velocidad muy buena. Es un cambio como del día a la noche», simplifica Alonso.

Con los pies en el suelo, es consciente de que estas instalaciones no le garantizarán unos ingresos de por vida. Aún así, afirma, «no todo es ganar pasta. Esto es una causa noble. Yo me puedo quedar aquí y mis vecinos disponen del recurso», sostiene. Para Alonso, lo más importante, confiesa «es dormir tranquilo. La inversión inicial ya está rentabilizada», dice aliviado. No optó a ninguna subvención, pero cree que hacen falta incentivos.

Alonso no deja de buscar cómo conectar y dar respuesta a las necesidades de sus vecinos. «Amplío el catálogo en función de la demanda», dice con ironía, segundos antes de explicar uno de sus proyectos más recientes: un robot. Con ello logrará hacer más fácil la vida de un productor de arándanos en el pueblo cangués de Vidal. Y de los que vengan.

Con la ayuda de sus drones, Alonso ha ido recopilando información para dar vida a ese robot que ha de ser «capaz de segar con la precisión adecuada esa finca sin dañar a las plantas», anticipa el técnico, consciente de la liberación que supondrá para el productor. Es lo que se llama agricultura de precisión. Otra de sus bazas será la energía fotovoltaica, «aún sin explotar».

«Hay que crear futuro aquí. De Carballo no nos vamos ni de broma», afirma, casi al unísono con su mujer, Laura Rodríguez, a cargo de la parte administrativa y de marketing de la empresa. «Él tiene la técnica y yo, los contactos», sintetiza Rodríguez.

Su base de operaciones es la Casa Marroncín de Carballo, donde también desarrollan su proyecto vital. Su llegada sumó un alumno más al aula de Carballo, que pertenece al Colegio Rural Agrupado de Cibea. El primogénito estudia en el mismo colegio que lo hizo su madre. Y la idea es que pronto el más pequeño ocupe otro pupitre allí. Lo harán.