CLAUDIA GARCÍA FERNÁNDEZ. ARQUITECTA. ESTUDIO CGF – EL CAMPU (CASO) – 305 HABITANTES
Raíces. Langreana de Sama, tras especializarse en bioconstrucción en Alemania, decidió volver a casa para abrir su estudio profesional en el pueblo de sus abuelos. Allí realiza sus proyectos con preferencia a la rehabilitación y conservación de lo tradicional

PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA

Claudia García cambió el cielo de Berlín por el horizonte montañoso de El Campu, la capital del concejo de Caso. Más que un giro radical, para esta arquitecta langreana, el camino que la llevó a vivir y establecer su estudio allí, fue un regreso a las raíces en el lugar familiar donde pasó largas temporadas de su infancia. Cursó la carrera en Segovia y completó su formación en otras ciudades de España y en Marruecos, antes de trasladarse a Alemania para trabajar y especializarse en el Instituto de Bioconstrucción y Sostenibilidad de Rosenheim (Bayern). Volvió para establecerse en el pueblo de sus abuelos con su propio proyecto profesional hace casi tres años: «Al principio desarrollaba mi actividad desde casa, luego encontré este local y monté mi oficina», explica.

Ahora, desde un despacho en la que se divisan las cumbres nevadas del Parque de Redes, evoca que «fue una evolución bastante natural, venía de una ciudad como Berlín y ya allí se empezó a cocer la idea de volver a casa. No me imaginaba en otra parte, el tiempo que pasé de cría debió tirar de mí en el subconsciente, es un sitio que nunca abandoné y donde siempre me encontré muy bien. El tipo de intervenciones que hago aquí es el que más me gusta: rehabilitación de viviendas y arquitectura tradicional. Pensé que no había lugar mejor para conservar el patrimonio que tenemos», revela. Su estudio casín le permite «trabajar en los proyectos al pie, llevar la obra directamente, tener una relación estrecha con los clientes y el entorno. Creo que es importante estar en el sitio para no perder la sensibilidad en lo que haces», argumenta.

En su clientela «hay de todo, vecinos que quieren conservar sus viviendas con mejoras, gente que vive fuera y quieren volver o tener la casa de sus padres a punto para residir temporadas, o quienes sin vínculo con la zona la eligen para establecerse o pasar sus vacaciones». Asegura que el hecho de desempeñar su oficio desde un núcleo rural «no me limita, trabajo sola, pero colaboro con compañeros y tengo proyectos fuera del concejo. En una ciudad también debes moverte y aquí hacía falta». Las dificultades específicas que encuentra son «el mal funcionamiento de las telecomunicaciones, algo fundamental no solo para mi trabajo o para que otros vengan, también para los mismos vecinos, porque la telefonía o internet son servicios básicos». Otro escollo es la maraña burocrática y normativa que afecta a su ámbito en un concejo con especial protección paisajística: «Es lógico porque si no habría un batiburrillo de edificaciones sin sentido y no se respetaría lo que tenemos, pero los trámites son tediosos y a veces dificultan la propia labor de conservación: se te cae una casa antes de que puedas ofrecer una alternativa eficiente. Debería agilizarse un poco ahora que por fin la gente se anima a rehabilitar», opina. Su futuro lo visualiza en el pueblo: «Si algún día tengo familia me gustaría criarla aquí, me parece ideal, tener contacto directo con los vecinos, el colegio al lado, aparte de la libertad, que es lo que yo sentía de pequeña y creo que es buenísimo. Te aporta mucho más vivir en un entorno como este que en una gran ciudad, tienes oportunidades de otro tipo pero son valores distintos», razona.