DAN GARCÍA GARCÍA – CERVEZA ARTESANA VAGAMAR. LUARCA (VALDÉS) – 4.718 HABITANTES
Seis variedades. Sin pasteurizar, sin filtrar y sin gluten. Así es Vagamar, la cerveza artesana de Dan García que ha sabido hacerse un hueco en el mercado asturiano. Desde 2017, una de las bebidas valdesanas por excelencia

ÁNGELA RODRÍGUEZ

La cerveza Vagamar es uno de los premios que guarda el occidente para sus visitantes. Bajo el antiguo pajar de la casa en la que nació, Dan García comenzó a macerar y fermentar distintos tipos de malta, en una microcervecería que levantó con sus propias manos. Así nació, hace casi cuatro años, la cerveza artesana Vagamar, de la que bien podría decirse que es una de las bebidas locales por excelencia desde 2017.

No falta en los bares de Luarca ni en los establecimientos de Navia, Trevías o Tapia de Casariego. «Prácticamente, todo se vende por la zona, es un proyecto muy local. Tengo algún punto de venta en Oviedo, pero, al trabajar solo, no me puedo extender mucho más», explica García, quien se encarga de la fabricación completa y de la distribución. También embotella y etiqueta manualmente las más de mil botellas que salen de cada lote, de unos 350 litros. Vagamar cuenta, actualmente, con seis variedades: Tiberio, Tsunami, Mareaixe, Galerna, Gayaspera y Alborada. Todas saben diferentes, pero todas tienen aroma a Luarca. «Vagamar es una palabra que, prácticamente, solo se usa en esta zona. Así describimos aquí las marejadas de invierno. Tiberio se usa mucho también cuando hay algún jaleo en un bar», comenta García. Sobre cada botella va impreso el óleo furao, la mítica roca de la playa de Portizuelo, en Villar.

Pero Vagamar pudo perfectamente no haber existido, porque ni a García le gustaba la cerveza ni la primera toma de contacto fue precisamente un éxito. «La primera cerveza que hice fue con un amigo de Barcia y fue un desastre, explotaron botellas y un barril, no entendíamos bien la receta», recuerda García, quien en 2012 comenzó a investigar en internet y a experimentar «con el típico kit heredado de un amigo». Lo que en el momento era un hobby se fue convirtiendo en una idea a la que García no dejaba de dar vueltas. «Empezó un poco el boom en España, cada vez salían más fábricas y más cervecerías que iban apostando por las artesanales. Mientras tanto, me enteré de las subvenciones de los fondos Leader. Las solicité, y, cuando por fin me las concedieron, todo arrancó», apunta. El proyecto fue financiado, con la colaboración del grupo de acción local Valle del Ese-Entrecabos, con una subvención de autoempleo de 25.000 euros y otra de más de 11.000 para la puesta en marcha de la fábrica. García estima su inversión propia inicial en unos 40.000 euros, «y eso que es una fábrica muy pequeña y muy sencilla». Simplificando y resumiendo el delicado proceso de elaboración de la cerveza artesanal, todo comienza en un termo gigante donde se calienta el agua, que luego se mezcla con la malta molida. En el segundo tanque, se lleva a cabo la infusión de la mezcla, lo que permite activar las enzimas de la malta que descomponen el almidón. En el siguiente depósito se hierve el brebaje y se añade el lúpulo y las especias. Y, una vez enfriado, se fermenta como mínimo veinte días. «Mucha gente me apoyó desde el principio. En los bares donde ponen interés venden veinte cajas a la semana», asegura García. Contento con el progreso de la marca, pero limitado por los medios, no ambiciona, de momento, mayor expansión. Le basta con ver que sus vecinos siguen disfrutando, como siempre, la Vagamar desde el muelle de Luarca. Sin filtrar, sin pasteurizar y sin gluten.