CERÁMICA LA LLUNA (CALEAO, CASO) – 130 HABITANTES
Mar Muñoz llegó a Asturias desde Madrid hace 19 años. Hoy comparte su tiempo entre la capital del reino, donde tiene una asesoría fiscal, y Caleao, donde regenta un taller de cerámica y artesanía que se ha convertido en una de las causas del renacer de este pueblo

OCTAVIO VILLA

Caleao no debería ser como es. De sus 130 habitantes, 84 son hombres. Solo 46 mujeres. Y la gran mayoría, mayores de 60 años. Es un ejemplo claro de la desestructuración que sufrió en las últimas décadas el campo asturiano. Con todo, Caleao es hoy un pueblo que recupera la pujanza. En los últimos años se abrieron el camping del inicio de la ruta de los Arrudos, el hotel y restaurante Tierra del Agua, los apartamentos rurales y restaurante L’Oteru y el taller de cerámica y artesanía La Lluna.

Esa Lluna es Mar Muñoz, una madrileña que, junto a su marido, Miguel, y su hijo, Mario, decidió hace ahora 19 años que buena parte de su vida se iba a desarrollar allí, lejos del asfalto madrileño, donde seguía, y sigue, ejerciendo como asesora fiscal. Mario, de aquella, apenas daba sus primeros pasos. «Hoy estoy segura de que es una persona mucho mejor y más integral de lo que hubiera sido de habernos quedado solo en Madrid. Él mismo lo dice siempre. Venir de Madrid a Caleao nos cambió la vida a toda la familia».

Compraron una vieja casa y la rehabilitaron a gusto, con la planta superior de vivienda y la inferior, con magníficas vistas, de taller de cerámica y tienda-exposición. Mar fue profundizando en su conocimiento de la cerámica en las temporadas cada vez más largas que fue pasando en Caso. Diversificando y avanzando de una cerámica ornamental muy vendible a las auténticas obras de arte que hoy exhibe (son muchas las que no están a la venta) en esa casa que es un miembro más de la familia.

Además, comenzó a dar talleres «para niños, para adultos y para familias», que se convirtieron en un atractivo más para Caleao. Se coordina con los alojamientos rurales y, si ellos le dan clientes, ella aporta un entretenimiento formativo que resulta mutuamente beneficioso».

Hoy, al entrar en su tienda, uno ve reproducciones en cerámica de fachadas del pueblo con atención absoluta al detalle. Son obras de arte por derecho propio y no meros objetos ornamentales. Son estudios de la tipología de las casas rurales que iban a protagonizar una exposición en la Casa de Cultura de Cangas de Onís cuando la madre de Mar falleció, lo que lo frenó todo. Pero, tras el golpe, la resiliencia de Mar hace que se la vea, por ejemplo, en el Jardín Botánico de Gijón dando sus talleres y, sobre todo, con una sonrisa permanente. Ella dice que es cosa de la Luna y de Caleao.

No se le puede negar que, al margen de un cierto aire bohemio, la clave para que un negocio como el suyo, en un lugar tan remoto como Caleao, triunfe es no parar. «Hace unos años, por ejemplo, le pedí al director del Parque de Redes permiso para usar el logotipo para una pieza de regalo. La vio y me lo pidieron luego para unos trofeos para la feria ganadera, a través de la consejería. Hice también una serie de ventanucos que eran como de fachada de casa asturiana en los que se ponía una fotografía y, basándose en eso, desde el Ayuntamiento me pidieron que hiciera en cerámica las placas para los nombres de las calles y los números de portal de Tarna y Bezanes, como guinda de los saneamientos de esos dos pueblos, y también las hice para Soto de Agues, o las placas para los 250 proyectos de desarrollo rural del Proder II». Y faros, y colgantes, y fuentes, y adornos para calzado. La clave es no parar.

Hoy, Caleao recibe a muchos visitantes que acuden atraídos por La Lluna y que acaban en el camping, L’Oteru o Tierra del Agua. O en la tradicional Casa Zulima, que sigue al pie del cañón vendiendo sus tradicionales embutidos. Unos alimentan de clientes a otros y viceversa. Una ejemplar simbiosis para un pueblo en pleno paraíso.