CENTRO DE RECEPCIÓN ALEJANDRO CASONA – BESULLO (CANGAS DEL NARCEA) – 73 HABITANTES
Julio Rozas es uno de esos retornados que, tras vivir en Madrid, se han reencontrado con sus raíces de una forma intensa y devocional. Hoy lleva el centro de recepción de visitantes Alejandro Casona y es, por méritos propios, el gran dinamizador de Besullo

OCTAVIO VILLA

Julio Rozas es conocido en la hostelería asturiana y madrileña como un distribuidor de las mejores carnes. Porque lo era hasta hace poco. Circunstancias personales le llevaron a volver a Irrondo de Besullo, a la casa familiar. Lo que pudiera parecer la historia de una retirada se convirtió en algo para él insospechado y muy interesante: «Me dije que tenía que ponerme a hacer algo y busqué cursos formativos. Encontré uno de dinamizador turístico y me lancé. Luego quedó vacante el centro de recepción de visitantes de Besullo y fui la única persona que se presentó al concurso».

El sueldo no da para grandes alegrías, aunque teniendo casa pagada y viviendo en el campo, las cuentas no son las mismas que en la ciudad. Y para Julio hay algo que pesa al menos tanto como la retribución económica: ha redescubierto su pueblo, su comarca y sus gentes. Se ha reencontrado con su historia, su arte, sus oficios y sus tradiciones, y lo ha hecho con tal intensidad que es hoy, por derecho propio, el gran dinamizador cultural de Besullo. Y también económico, ya que buena parte de los visitantes de Besullo llegan a su cerrado valle merced a sus buenos oficios de divulgación.

Asturias está llena de localidades en las que existen tradiciones, iniciativas, productos, historia o monumentos dignos de ser objeto de visitas de estudiosos y turistas, pero a las que les falta un dinamizador cultural. Centros de interpretación languidecen por falta de visitantes y también por falta de promoción, en un círculo vicioso que supone un palo en las ruedas. No así Besullo, en el que al entusiasmo evidente de Julio Rozas se unen los especiales atractivos del pueblo, en el que el dramaturgo Alejandro Casona vio la luz en 1903 en Casa’l Churro, hoy de nuevo completamente en manos de su familia a través de su sobrino Luis, un abogado y muy colaborativo difusor de la obra artística y docente de Casona (que cambió su apellido por la Casona de la Escuela que corona el pueblo y que es «la cicatriz de Besullo» desde que en 2006 ardiese, quedando en muros de carga).

Besullo tiene aún ferreiros como Tino, Antonio y Pepe, garantes de la conservación de una tradición milenaria y de toda su riqueza cultural y etnográfica, con un magnífico mazo hidráulico. Los ferreiros fueron históricamente allí «gente culta e inquieta, que en 1871 fundaron la Sociedad Industrial de Besullo, una suerte de sindicato, cooperativa o gremio que estableció una jornada laboral de 12 horas en verano y 10 en invierno, así como los derechos de los aprendices y una especie de seguro para sus miembros en caso de enfermedad». En Besullo, también, «tras aprobarse la Constitución de 1869 les faltó tiempo para fundar una rama del Partido Republicano Democrático Federal de Pi y Margall».

¿Más? Sí, hay más. En 1871 se instaló en Besullo una comunidad protestante, la Obra Evangélica, con el liderazgo del alemán Federico Fliedner. Durante más de un siglo prosperó e hizo prosperar al pueblo, «que empezó a tener casas de dos plantas» y donde aún se puede visitar su casa templo, en pleno centro. «Y protestantes, haberlos haylos», anota Rozas, si bien oficialmente la última fue Dina Rodríguez, fallecida en 2014. Fruto de ese carácter liberal, de Besullo salió la primera farmacéutica licenciada de España –el 13 de octubre de 1900–, Marina Rodríguez, protestante y ferreira.

Rozas hace de todo ello una visita que invita a repetir y a divulgar, lo que suele ser clave de éxito. Y él rezuma entusiasmo por lo que hace: «Estoy decidido a que Besullo recupere la esencia de lo que fue», afirma. A los muchos atractivos hay que sumar un muy buen restaurante (Casa Trasgu), un hermoso paisaje, una forma muy interesante de asturiano y… una carretera de acceso, la CN-1, impactante por su belleza, pero también por sus baches.