CENTRO ICTIOGÉNICO DE LA SOC. DE PESCADORES LAS MESAS DEL NARCEA
QUINTANA. PRAVIA  (56 HABITANTES)
Enrique Berrocal preside una sociedad de pescadores que busca repoblar de salmón y trucha el Narcea, el Nalón y el Esva. Presume con razón de que estos ríos tienen ahora «más salmones que el resto de la cornisa cantábrica junta». Un imán para el pescador

OCTAVIO VILLA

Los registros de los ríos iban siendo cada vez menos frecuentados por pescadores de salmón. Las cifras de capturas bajaban, y había quien hablaba de que la sobreexplotación deportiva, el exceso de nutrias, cormoranes y otras aves pescadoras, los furtivos de ‘chispazu’ o de lejía y la mala calidad de las aguas, entre otros aspectos, estaban arrasando la riqueza piscícola de las cuencas fluviales asturianas. Era 1994, y la situación indignaba a buena parte de los pescadores de ribera.

Por su iniciativa, se creó la Sociedad de Pescadores Las Mestas del Narcea, y esta, a su vez, el Centro Ictiogénico o de alevinaje de Quintana, en el praviano valle del río Aranguín. Es, hoy por hoy, «el mejor y mayor centro de alevinaje de la fachada atlántica», explica Enrique Berrocal, presidente desde hace ocho años de la sociedad y un enamorado absoluto de la pesca, las truchas y salmones y de la biodiversidad.

La iniciativa cuenta con el apoyo financiero de KP (grupo alemán que se hizo con la antigua Linpac), que aporta la parte del león de los costes operativos del centro ictiológico (que tiene un empleado, pero que cuenta con la labor no remunerada de Enrique Berrocal y de varios de los miembros de la sociedad).

El funcionamiento es sencillo, pero no por ello poco exigente: a Quintana llegan salmones reproductores asignados por el Principado o bien, a través del Proyecto Arca de la propia sociedad Las Mestas, con las cesiones de salmones vivos por parte de pescadores. Cuando eso ocurre, algún miembro de la sociedad coge una gran cuba y acude al lugar en que se ha pescado, mientras el pescador mantiene al salmón con vida y lo menos alterado posible. Es una operación delicada, a la que siguen, a veces, meses de cuidado. Estos ejemplares (ahora tienen 45, la mayoría de ellos hembras) se cuidan con esmero hasta la época de la freza (hacia el solsticio de invierno, el 21 de diciembre). En los viveros de alevinaje se desarrollarán los futuros esguiles, que «al controlar nosotros la puesta y la fecundación, tienen una diversidad biológica muy superior a lo que ocurriría en la reproducción en el propio río», apunta Berrocal.

La regeneración de las poblaciones de salmón y trucha en el Nalón o el Narcea requeriría, según los pescadores, sueltas anuales bien distribuidas y de más o menos un millón de ejemplares. Con el objetivo de llegar a esas cifras, el centro ictiológico está en obras para crecer, pero por el momento el año en que más alevines se pudieron echar al río fueron 170.000. «Con esas cifras, ya hemos conseguido que la cuenca Nalón-Narcea tenga más salmones que todo el resto de ríos de Hendaya a Valença do Minho», dice, con lógico orgullo, Enrique Berrocal. Porque mantener a los reproductores no es tarea menor, como no lo es criar los alevines. Requieren una oxigenación constante del agua y una limpieza que el río Aranguín suele garantizar.

Pero para cuando no es así, incluido en el proyecto de ampliación está la adecuación de circuitos cerrados de agua que garantizarán que cuando haya riada los salmones seguirán disfrutando de la pureza de agua que mejor les conviene.

El beneficio económico no es directo, obviamente, para la sociedad de pescadores. De hecho, pagan una cuota para mantener en activo, altruistamente, el centro ictiológico. El beneficio es para el río, los ríos. Para los salmones y las truchas. Para los pescadores y para las comarcas en las que estos disfrutan de esta actividad ancestral. Berrocal lo comenta con convencimiento: «Regalamos alevines para dar vida a los ríos y a sus comarcas».