El milenario cementerio de Banduxu, con la famosa torre medieval al fondo / O. Villa
Banduxu. Goza de una de las imágenes más icónicas de Asturias y fue la capital del concejo entre 1581 y 1704. Su concepción medieval, torre redonda incluida, oculta realidades que retrotraen mucho más allá
OCTAVIO VILLA
Dice el cartel que desde la carretera general indica el trazado de serpiente que en once bellos kilómetros da acceso a Banduxu (o Bandujo), que es «un pueblo medieval». Tal proclamación es tanto una exageración como se queda corta. Exagera, pues de su origen medieval quedan relativamente pocos restos, si bien son muy visibles y, sobre todo, están en uso. Se queda corto, porque Banduxu (Vandugio en la Alta Edad Media) es un asentamiento vinculado a la historia de un camino al que la tradición le atribuye un origen cercano a «los 5.000 años, según los lugareños». Los romanos, desde hace apenas unos 2.200, lo usaron como entrada principal en Asturias, y lo adecuaron como calzada romana en buena medida, desde Astúrica Augusta (Astorga), pero aún hoy pasa por no pocas estaciones megalíticas y necrópolis prerromanas, todas ellas fechadas en los milenios III y IV antes de nuestra era. Los egipcios empezaban a entrar en la historia, los romanos aún no existían y los griegos eran sólo un sueño de Zeus.
Vivir y morir en la montaña
En Banduxu hay que escuchar a las piedras y leer en las empinadas laderas. Así se entiende por qué el rey Fruela II donó a la Catedral de Oviedo la pequeña iglesia de Santa María en el año 912. Y por qué en el siglo XIV se edificó una nueva, de un románico muy tardío, simple por fuera pero bellísima en un interior que alberga tres retablos barrocos elaborados en 1767 (el del ábside), 1774 y 1775 por artistas del mismo equipo que ejecutó los de la Catedral de Oviedo.
La torre redonda, hoy probablemente el edificio de uso habitacional privado más vetusto de toda la región, también es del XIV. Como torre defensiva, ha visto vidas y muertes durante muchas decenas de generaciones, enseñoreada del territorio –en el barrio del Palacio están las paneras más grandes y de mayor capacidad, que hablan del reparto de roles en vida– y protectora de sus habitantes.
Y, cuando todo acababa, los de Banduxu se fundían, y se funden, con la tierra de una forma peculiar. Entre la torre y la iglesia se encuentra un pequeño cementerio de apenas 27 tumbas, pero que acumula los restos de los vecinos desde al menos el año 912. Son tumbas comunitarias de tierra en las que, cuando un vecino fallece, se abre una de ellas y se le ubica allí en un ataúd comunitario provisional, hasta que se precisa de nuevo su uso. Los restos óseos siguen en cada tumba posteriormente, ya mezclados, en sucesivas capas que, se percibe desde el exterior del camposanto, se han acumulado desde su fundación. La eternidad hace de los vecinos de Bandujo una comunidad también en el más allá, y los que aquí se quedan enlucen las tumbas de tierra con intrincados dibujos elaborados con flores y únicos en Asturias, en el día de Todos los Santos.
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