CASA RURAL PALACIO DEL CARDENAL CIENFUEGOS (AGÜERINA, BELMONTE DE MIRANDA) – 9 HABITANTES
Juan Uría y sus cinco hermanos son los herederos de Juan Uría Maqua, historiador, etnógrafo y depositario a su vez de un importante pedazo de historia: el Palacio del Cardenal Cienfuegos. Hoy, la forma de mantenerlo en pie es dedicarlo al turismo

OCTAVIO VILLA

El 27 de febrero 1657 nació en este palacio de Agüerina (Belmonte de Miranda) Álvaro de Cienfuegos Villazón, que llegaría, con el correr de los años, a vestir el capelo cardenalicio con el título de San Bartolomeo all’Isola, la iglesia de la famosa isla Tiberina de Roma. Este belmontino fue una figura relevante durante la guerra de sucesión española, en el bando de los Austrias, y también participó en los cónclaves de 1721, en el que se eligió Papa a Inocencio XIII; 1724 (Benedicto XIII) y 1730 (Clemente XII), cuando, además, fue camarlengo del Colegio Cardenalicio. Fue protector de Sicilia, Malta y Portugal.

El palacio que lo vio nacer y crecer con sus cinco hermanos fue visitado también, en varias ocasiones, por Gaspar Melchor de Jovellanos. La historia aún resuena en sus piedras, en sus muebles originales, en su cocina con llar del siglo XVI, en su capilla y en su torre recrecida por el francés Salvador Pujó en 1880. En sus mapas centenarios, sus obras de arte y hasta en una vid trepadora de más de cien años que recorre la fachada sur. Pero ha corrido el riesgo, como tantos otros edificios similares de Asturias, de no poder conservarse. Hoy son otros seis hermanos, los hijos del historiador y etnógrafo Juan Uría Maqua, sus propietarios. La mayoría, vinculados a la docencia, cuando hace unos años se vieron en posesión del tesoro familiar, Bien de Interés Cultural del Principado por más señas, se encontraron con el problema de las inversiones constantes que requiere la conservación de un edificio como este.

«Mi padre gastó aquí sus pocos ahorros, y la casa, la verdad, es muy agradecida cuando se invierte en ella, pero necesita cuidados constantes», explica Juan Uría Líbano, nieto del historiador Juan Uría Ríu e hijo de Uría Maqua. Él es el hermano que, por haberse dedicado siempre al turismo rural (tiene en activo otras dos casas rurales, ‘La fabriquina’ y ‘El molín de Valdelagua’, ambas antiguas dependencias de la finca del palacio e historia viva del concejo, porque una fue una minicentral eléctrica y la otra, un molino), fue encomendado por los demás a poner en marcha, en el verano de 2018, el palacio como casa rural. «Para verla deteriorarse, preferíamos vender la casa, pero decidimos ponerla en actividad con el único fin de reinvertir todo en ella, porque en Asturias hay un montón de bienes de interés cultural cayéndose», anota Juan Uría, convencido de que «esta es la forma de conservar el patrimonio histórico» cuando las administraciones públicas no tienen la capacidad o la forma legal de hacerlo. En todo caso, Juan explica que, cuando él y sus hermanos se decidieron por llevar adelante el proyecto, «la Dirección General de Patrimonio del Principado lo entendió muy bien y los trámites de su cambio de uso fueron rápidos. Hay que dar una vuelta a este tipo de casas, porque, si no, se nos van a caer todas».

Ciertamente, Asturias está bien llena de casonas, casas palaciegas y palacios dispuestos a contar sus historias a los visitantes. A hacerles sentir que hechos y personajes muy relevantes para la región, para Castilla y para España tuvieron su origen aquí. Ponerlas en actividad no puede depender solo de que haya iniciativa privada, porque el valor añadido que suponen para los territorios en los que se ubican estos retazos arquitectónicos de historia beneficia a todos: «Es una cadena de valor, porque en esta casa caben catorce personas, que realizan actividades por la zona y hacen gasto por aquí», comenta. Y también contribuyen a poner a Belmonte de Miranda y a Agüerina en el mapa de las rutas favoritas de un tipo de turismo selecto y de un buen nivel adquisitivo.