CARPINTERÍA-EBANISTERÍA VEGA. GRULLOS (CANDAMO) – 194 HABITANTES
La madera como arte. Pablo Vega lleva once años al frente de su carpintería en la capital candamina, desde la que además de fabricar puertas y escaleras restaura hórreos y paneras

Desde muy joven Pablo Vega tuvo claro que lo suyo era trabajar la madera. Con tan sólo quince años empezó como aprendiz en un taller en Ventosa (Candamo) y desde entonces la carpintería es su vida. Trabajó después en un taller en Avilés, donde se fue dando a conocer hasta que se animó a abrir su propio negocio en Grullos, su pueblo natal. «Siempre me gustó ser emprendedor», afirma, a la vez que añade que «ya tenía bastante maquinaria y el taller, que lo había montado con la ayuda de mi hermano».

Tener la base facilitó mucho el comienzo, pues en ningún momento tuvo que hacer una inversión fuerte y, según iba generando, podía ir comprando más maquinaria. Además, llevar tantos años en el negocio ayudó a que la gente ya lo conociera y le propusieran proyectos. «Me salió una obra muy grande en Oviedo», recuerda. Y ese fue el impulso que necesitaba para poner en marcha su sueño, la carpintería-ebanistería Vega. Desde allí realiza trabajos en Oviedo, Avilés, Castrillón, Pravia o Gijón. «Alguna vez nos toca ir a Madrid, pero teniendo obra aquí cerca no es necesario rodar kilómetros», apunta.

Y es que este joven, que desprende pasión por su labor con cada palabra, trabaja todo tipo de carpintería general. «Hacemos muchas escaleras de madera, armarios empotrados, muebles, puertas, ventanas o tejados», pero también se dedican a la restauración de hórreos y paneras. «El año pasado restauramos tres o cuatro hórreos», especifica. La rehabilitación de este tipo de construcción tan típica de nuestra región suele llevar más de mes y medio, en función del estado de la edificación y del tiempo del que se disponga para dedicarle. «Lo más difícil a la hora de restaurar un hórreo es arrancar –apunta– en el momento en el que tienes el tejado en condiciones, que es lo más complicado. Luego ya va todo encajado y ya vas viendo lo que tienes que hacer», explica. «Pero una restauración bastante completa dura unos dos meses», añade.

Vega afirma que «cada día hay más trabajo de carpintería general», parece que la gente está volviendo a apostar por este tipo de mobiliario, aunque sea con un toque moderno. El problema es que «hoy en día la gente joven no quiere trabajar y esto son oficios que se pierden porque cuesta mucho trabajo aprender. De hecho, estas aprendiendo toda la vida», afirma.

En su caso le costó encontrar un aprendiz a pesar de que se presentaron dos o tres. «No exiges porque es un oficio que cuando empiezas no sabes nada, sólo barrer, y cuando ni eso saben o no ponen ganas… es complicado». Recuerda sus comienzos y la suerte que tuvo al dar «con maestros que me enseñaron, que siempre me cuidaron y se portaron bien conmigo» y precisamente es lo que trata de hacer en su taller.

Actualmente, en su nave de algo más de 200 metros cuadrados, trabajan dos personas y cuando lo necesitan subcontratan a alguien más. A corto plazo, pretende ampliar el taller por un lateral «para hacer un almacén, que serán otros doscientos y pico metros cuadrados», señala. Un emprendimiento que es bueno para el concejo, pues «al final es riqueza para todos porque si alguien viene aquí a encargar algo, puede consumir en los bares de cerca y, por otro lado, si tengo más trabajo, más gente tendré que contratar», reflexiona.

Para Vega, la clave de que no le falte trabajo gracias al boca a boca es hacer las cosas bien. «Lo que no puedes es trabajar mal o quedar mal con la gente, pueden decirte que eres caro, pero trabaja bien. Yo quiero que mi trabajo marque la diferencia», concluye.