JESÚS PUGA Y MAR BUEY – AVENTURAS A CABALLO/SER CABALLO. SALAMIR (CUDILLERO) – 125 HABITANTES
Rienda suelta. La pasión por los caballos fue el germen del picadero que este avilesino abrió hace tres décadas en Cudillero. Su compañera dejó Mieres y su profesión de comercial para encontrar aquí también su lugar

PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA

Jesús Puga abandonó hace treinta años la vida urbana en Avilés, así como su empleo en una empresa industrial, para establecerse en una aldea de Cudillero y convertir su pasión por los caballos en un modo de vida. «Iba a nacer una de mis hijas y me tomé un año sabático. Aprendí a montar con un par de libros y sobre la marcha con los animales que traje para entretenerme. Al llegar al verano se me ocurrió organizar rutas por los alrededores para sacar algo de dinero y cubrir gastos. Entonces, salvo en Oriente, era una actividad que no había. Abrí una pequeña empresa, puse unos cuantos carteles y fue un éxito», relata. Llegada de Mieres, Mar Buey, se sumó al proyecto en época más reciente. Diplomada en Empresariales y Márketing, trabajó varios años como comercial, pero su lugar la esperaba en este centro ecuestre, situado a medio camino entre la Concha de Artedo y San Pedro de la Ribera. «Nunca me gustó lo que estudié. Me atraían la naturaleza y los animales. Mi sitio es este», afirma con la seguridad dibujada en la sonrisa.

«Yo el campo lo llevo en la sangre», recalca él, mientras revisa los herrajes de una yegua que cocea. Nacido en Villaosende (Lugo), en la raya de Vegadeo, la infancia y juventud avilesinas las recuerda como un borroso paréntesis motivado por la incorporación de su padre a la antigua Ensidesa: «Los veranos siempre volvíamos al pueblo». Como la mierense, siente que, de alguna manera, el destino natural le invitaba a tomar las riendas de la vida en este picadero. Ubicado al principio en Lamuño, hace seis años lo trasladó a la vecina Salamir, a una finca donde los sueños han ido materializándose paso a paso en una realidad que hoy tiene su centro neurálgico en un bar, El Centauro, e incluye, aparte de las rutas guiadas a caballo por la zona, travesías de varias jornadas a lugares como Somiedo o el camino primitivo a Santiago, cursos de equitación o sesiones de relajación con animales ya ‘jubilados’ (‘Ser caballo’), de las que se ocupa Mar, quien además organiza en el recinto un mercadillo mensual de artesanía. Como complemento, en su casa de San Martín de Luiña tiene una guardería canina.

Desde su propia experiencia ambos coinciden en que «la gente que viene al campo debe tener un poco claro lo que quiere, estudiar bien lo que van a hacer y cómo. La vida aquí es diferente, la ambición de ganar dinero no es lo prioritario, pero el propio día a día te enseña que tampoco puedes permitirte perderlo. Se trata de encontrar el equilibrio entre vivir y disfrutar de algo que tiene que gustarte, sabiendo siempre que hay rachas malas o momentos débiles, por eso lo primero es aposentarse», señala él. Ella apunta la importancia de «ser creativo, pero de ideas útiles». Sus recetas para la revitalización del medio rural se resumen en la frase «facilitar las cosas». En ese sentido creen que «agilizar licencias y papeleo a los emprendedores que trabajan ya pie a tierra, favorecer alquileres y terrenos disponibles para quienes quieran asentarse, que las cuotas de autónomos no sean inasumibles, mejorar comunicaciones y servicios, pero sobre todo apoyar de verdad a quienes quieren tirar del campo, sin eso no hay futuro posible».