EL BAO,  (12 HABITANTES) y PUERTO DE VEGA (1.369 HABITANTES)
Evaristo Iglesias y Verónica Iglesias son padre e hija. Él, antiguo comercial, lleva casi una década cultivando arándanos en El Bao. Ella acaba de sumar el valor añadido de las mermeladas al negocio familiar, que hará que pueda permanecer en Navia

OCTAVIO VILLA

Varis estalla de orgullo y le da un enorme beso a su hija, Verónica. Les separa lo mismo que les une, media vida de él, toda la de ella. En los años de la crisis económica, ser comercial (de EPI, equipos de protección individual) en el occidente asturiano no era fácil, así que Evaristo Iglesias y su esposa, Montserrat García, echaron el ojo a unos terrenos en El Bao, apenas una hectárea propia y otra media que compraron, y se decidieron a complementar rentas con una plantación de arándanos, que por aquel entonces parecían la panacea para terrenos no demasiado grandes.

Plantaron de arándanos esos 15.000 metros cuadrados en 2012, y desde 2014 empezaron a poder cosechar y vender frutos de siete variedades, unas más tempranas y otras tardías. Unas más dulces, y otras tirando a ácidas. Eran momentos en los que se vendía bien, a precios razonables para el productor, y con relativa poca entrada de fruto extranjero. Además, había cooperativas que ofrecían comprar toda la producción con garantías de precio.

Pronto Varis y Montserrat se vieron con ánimos de afrontar la compra y el equipamiento de otro terreno cercano, de 12.000 metros cuadrados y con tan buena tierra como el anterior, por el aporte del río Barayo, la primera, y el Barrajón, la segunda. Y cubrieron de invernadero las líneas de frutales, algo que «fue una gran inversión, pero también un gran acierto», explica él. Los numeros cantan: «Pasamos de producir unas ocho o diez toneladas por hectárea, a quince o incluso dieciocho». No solo eso, el invernadero permite regular mejor temperaturas, riego y el propio trabajo de Varis, Montserrat, Verónica y sus empleados, que ya no dependen tanto de las condiciones meteorológicas para programarse. Hasta catorce personas trabajan allí durante buena parte de la época de recolección, entre mayo y septiembre, preferentemente.

¿Tiene mercado el arándano? Sin duda. Es un fruto de consumo creciente en Asturias y España, y goza de una gran demanda en el centro y norte de Europa, no solo por su sabor, «sino también por sus propiedades antioxidantes», explica al pie de una de las líneas de arandaneros en pleno envero.

¿Tiene problemas? En cuanto a la producción, es lo de siempre: más medios son más gasto, pero generan más fruto y de mejor calidad. Y más condicionantes. Frente a ello, los Iglesias García y todos los demás productores asturianos de arándano se han encontrado con una fuerte competencia en algunos meses de la campaña por «los bajos precios de los países del Este europeo», fundamentalmente, pero también del arándano de Huelva y de Marruecos.

Así las cosas y también para aprovechar los excedentes, Verónica, que ya ayudaba a sus padres en la plantación, se lanzó hace dos años a la aventura de elaborar mermelada y zumo de arándanos en un obrador que instaló en la cercana Puerto de Vega. «Los amigos me dicen que soy muy lanzada, pero la verdad es que la empresa va muy bien. Vendemos en las tiendas de la zona y también mucho por internet, estoy muy contenta», explica Verónica, a quien esos mismos amigos le han dado su ayuda para dar presencia a sus elaboraciones en la red y para diseñar sus presentaciones.

A los padres se les ve felices. A a la hija, también: «Este es un buen negocio, en el que hay que estar dispuestos a evolucionar, pero que me va a permitir envejecer con mis padres y vivir en mi pueblo con mi gente, y eso no tiene precio», concluye Verónica.