ÁNGEL GARCÍA BEITIA, EKEICO AGROECOLOGÍA – CARDEO (MORCÍN) – 27 HABITANTES
Educadores. Topógrafo de profesión, dejó su vida urbana en Vitoria para establecerse con su compañera en una aldea asturiana. Aquí levantaron su proyecto familiar  y vital formando a los niños en agricultura ecológica

PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA

Ángel García Beitia y su compañera, Andrea Arana, dejaron hace quince años Vitoria (Alava) con sus empleos estables para emprender en una aldea asturiana un nuevo ciclo vital. Se establecieron en La Llera, en la zona alta del valle de Turón, y allí nacieron sus dos hijos: Kenai y Sisei, hoy con diez y doce años. Él topógrafo y ella integradora social, se reinventaron en el campo formándose en agricultura ecológica para luego impartir esos conocimientos a los más pequeños en la red de huertos escolares como recurso educativo. Tras vivir un tiempo en Oviedo y un paréntesis «viajando con los peques por el mundo», encontraron en Cardeo, a los pies del Montsacro, una vivienda en la que establecer su base mientras desarrollan a diario sus proyectos itinerantes por toda la región.

«Somos urbanitas, vinimos por cambiar. Teníamos muchas ideas pero ninguna en concreto, aquí descubrimos la agricultura. Fueron dos o tres años de trabajo de campo y formación, nos gastamos todos nuestros ahorros y hubo momentos de pensar: ‘¡En qué berenjenal nos hemos metido!’. Al final funcionó y estamos contentos de vivir aquí con nuestros hijos. Ellos se han adaptado bien, les ha tocado vivir en diferentes sitios y circunstancias, se han ido haciendo a esta vida de trotamundos», afirma Ángel. Consiguieron hacer realidad su proyecto de huertos escolares «a base de picar puertas», señala. «Lo presentamos a la oficina de Leader de la Montaña Central y les gustó mucho porque tenía encaje curricular. Nos concedieron ayudas para arrancar. Ahora también trabajamos con COPAE (Consejo de Producción Agraria Ecológica del Principado de Asturias) para difundir este tipo de agricultura en la escuela y que tuviese un receptor real desde la base», explica.

Aunque su proyecto educativo lo imparten tanto en centros docentes urbanos como rurales, en estos últimos cobra un especial sentido en opinión del formador vitoriano: «A los peques en los colegios se les puede mostrar el medio natural de forma más atractiva, o las cosas que hacen por obligación, como ir a la yerba. Todo lo que se hace obligatoriamente cuando tienes catorce o quince años puedes llega a aborrecerlo, pero, si les enseñas a verlo desde fuera con una sensibilidad que les motive, tal vez el día de mañana pueda llevarles a decidir: ‘Me quedo aquí’. Y enseñarles que todo esto que tenemos tal vez no sea para siempre y que todos podemos aportar para conservarlo. Con nuestro proyecto, creo que contribuimos a acercar ese medio natural a unos niños que hoy están desconectados para que puedan sentir el campo de otra manera», argumenta.

Sin «recetas mágicas»
Sobre la realidad de la Asturias vaciada, García Beitia asegura que «no hay recetas mágicas. Al menos yo no las conozco, y tampoco creo que se trate de que la Administración vaya a llamarte para establecerte en determinado sitio. Si decides venir al campo, es cuestión de dar un paso adelante si realmente tienes claro que quieres vivir aquí. Hay gente que no se adapta y esta vida les acaba generando estrés». Y por lo que respecta a la población local: «Sin ser un experto, quizás se puede dar un giro a actividades tradicionales u oficios en los que también puedan formar a otros o mostrar al público su trabajo, mantener una explotación y ofrecer experiencias reales y alojamiento en torno a ella. Debe haber un equilibrio entre el turismo rural y esas actividades ya existentes», opina.