ANA MARÍA COTARELO – QUESOS DE TARAMUNDI (TARAMUNDI) – 84 HABITANTES
Contracorriente. Más de 30 años y varias crisis avalan la trayectoria de Ana Cotarelo al frente de su quesería en Taramundi, desde la que ha sido testigo directa de la despoblación de una zona resignada a vivir del turista

LUCÍA LÓPEZ PÉREZ

Ana María Cotarelo comenzó a trabajar en el arte de elaborar quesos en 1989. Lo hizo a causa de un problema en la recogida de la leche, puesto que «las centrales lecheras pagaban un precio muy bajo por ella», ya que en su zona, Taramundi, se reunía muy poca, debido a que «el número de vacas que tenían los ganaderos era muy pequeño». Ante la escasez –entre todos los ganaderos reunían en torno a 800 litros de leche– y su bajo coste, Ana y «otros seis ganaderos» decidieron tomar la iniciativa y crear una pequeña cooperativa «para sacar rentabilidad».

Así surgió ‘Quesos de Taramundi’, la única quesería en la zona que lleva en pie más de 30 años. Claro que, por aquel entonces, «las queserías estaban en auge y teníamos el apoyo del Gobierno», recuerda Ana. «Incluso la Consejería nos puso un maestro quesero, muy bueno» que les animó a crear nuevos tipos de quesos, como «el de leche cruda de vaca, de nueces o de hierbabuena». Pero en 2006, los ganaderos que habían empezado con Ana se jubilaron, quedándose sin la materia prima para elaborar los quesos, lo que llevó a Ana a asociarse con una cooperativa de Vegadeo, formada por 40 ganaderos, de los que 14 siguen siendo socios suyos actualmente. Dos años después, ante el crecimiento que la quesería estaba experimentando, a pesar de los altibajos y la incertidumbre con la que comenzó, Ana trasladó el negocio a una nave más grande, lo que le permitía «trabajar más cómodamente porque todas las cubas tienen más capacidad», lo que le posibilita reunir 3.000 litros y hacer 150 quesos al día.

Al contrario que otros queseros de Asturias cuya preocupación aumenta a diario a causa de la escasez de leche, Ana es de las pocas afortunadas a las que aún no le ha afectado esto, ya que «vendemos la leche a una empresa y después se la compramos» lo que le da la ventaja de no sufrir desabastecimiento. También de poder controlar la producción en base a la demanda, especialmente alta durante el verano por el auge del turismo del que «dependemos completamente. Hacemos visitas a la quesería y si al turista le gusta, repite y podemos asegurarnos un cliente». Pese a ello, Ana reconoce que el turismo no es suficiente para paliar los daños de la crisis y los sobrecostes que tienen que asumir, ya que «son dos meses que se nos quedan cortos, porque además el turismo que viene se queda poco tiempo en la zona».

Precisamente, las crisis han sido una constante en el negocio, casi desde sus comienzos. Al poco después de cambiar su quesería, Ana se vio golpeada por la crisis de 2008. Ahora, el aumento de los precios de la luz y la gasolina, han hecho tal mella en su negocio que en abril del año pasado se vio obligada a subir los precios de sus quesos para compesar pérdidas. Sin embargo, este año «nos ha pillado el toro. Sabemos mucho de quesos, pero poco de finanzas», reconoce.

Junto a esto, Ana lamenta lo «alejados que estamos para que llegue el transporte de mercancías», que una vez a la semana pasa por su quesería, y la falta de servicios que faciliten unas mejores conexiones con las zonas más pobladas. Una situación que hace que «mucha gente joven se marche a estudiar o a trabajar y no vuelva». Pese a esto, hay jóvenes que se quedan en el pueblo, como su hijo, pero la devoción por dedicarse al campo ya no es la misma.

Para ella, evitar el abandono de la zona es sencillo: generar puestos de trabajo y «fomentar el turismo en temporada baja para que pueda haber más gente».