ALMA CALIZA – ARENAS DE CABRALES (CABRALES) – 733 HABITANTES
Gemma Lozano estudió cine en Madrid, convencida de que trabajaría en ese sector toda su vida, un entorno laboral que no fue «el esperado». La pandemia la ha devuelto a su lugar de origen, donde ha emprendido un negocio de ‘zero waste’
GLORIA POMARADA
Cuando la cabraliega Gemma Lozano puso rumbo a Madrid para estudiar dirección de fotografía estaba convencida de que el suyo era un billete sin vuelta. Tras residir trece años en la capital, con estancias también en Londres y Noruega, todos sus planes cambiaron hace un año. A Arenas de Cabrales llegó el 4 de marzo de 2020 por una baja que ha terminado por dar paso a un proyecto de vida en el medio rural. «Me vine a pasar un tiempo, nada más. La pandemia se alargaba tanto y estaba tan bien aquí que empecé a pensar en ideas de qué montar», cuenta la joven, de 34 años. La respuesta la encontró en el movimiento ‘zero waste’ (residuo cero), consistente en «no consumir nada que tenga plástico, ni continente ni contenido», explica. Alma Caliza, un guiño a la roca de los Picos de Europa, es el negocio fruto de esa búsqueda, una tienda ‘online’ y multimarca en la que trabaja todo tipo de productos libres de plástico, desde mascarillas a artículos del hogar, de higiene personal, para bebés, mascotas o para «ir al campo de excursión». «Seguiré ampliando, porque hay de todo lo que se te ocurra», cuenta Lozano.
Con sede en su casa familiar, el proyecto crece desde un despacho con vistas al futuro y a la naturaleza, «pasito a pasito y trabajando muchísimo las redes sociales y el boca a boca, que también funciona muy bien». De hecho, sus propios vecinos se están convirtiendo en clientes insospechados: «La gente de la zona me consume mucho y estoy agradecidísima. Tuve una respuesta muy buena que no esperaba», confiesa. Los productos de Alma Caliza se envían ya a toda Asturias, Madrid, Sevilla o incluso Alemania. «Fuera de Europa no tiene sentido por la huella ecológica», matiza.
Su primera experiencia con el comercio electrónico no está exenta de «peros» vinculados a las telecomunicaciones, el ya clásico quebradero de cabeza entre los emprendedores del medio rural.
«Tenemos fibra, pero no es como la de Madrid. El ámbito rural está creciendo y espero que cada vez se pongan más facilidades para trabajar desde aquí», confía. Más fluida está resultando la cuestión logística, «de momento sin grandes dificultades». «El transporte me funciona bien con la empresa con la que hago todo», apunta. Desde Arenas, los productos salen con un ‘packaging’ biodegradable y una filosofía que trasciende al mero negocio: la de «comunicar el peligro del plástico para la salud».
De la comparativa entre trabajar en Madrid en el sector audiovisual o hacerlo «para sí misma» a los pies de los Picos de Europa, para la joven emprendedora vence claramente la segunda. Pesa en la elección el hecho de haber desmitificado la profesión para la que se formó y haber roto las cadenas que atan a un empleo ‘de lo tuyo’, por insatisfactorio que resulte. «Yo me fui a estudiar cine y pensaba trabajar de eso toda la vida. No me encontré con el entorno laboral que esperaba y perdí el interés. No me aportaba nada. Sobre todo, en temas de salud», relata. De sus ocho años en televisión, extrae cosas positivas «a nivel humano», que es algo que valora mucho en un trabajo. Sin embargo, la «inestabilidad» laboral y el «estrés de la ciudad» se tradujeron en una «saturación» que la han devuelto a su lugar de origen, un «cambio radical» y del todo inesperado. «Nunca pensé en volver a Arenas. Decía: ‘Imposible’. Ahora no quiero irme a una ciudad, ni a la más pequeña que haya cerca», afirma convencida. Tal es así que la inevitable pregunta sobre el futuro conduce de nuevo al medio rural y el dónde, a Arenas de Cabrales. «Espero que sea en este entorno, porque es el mío», desea con todas sus fuerzas.