ALINE DESIR. ENVIDRIA OVIU (NUEVA DE LLANES) – 67 HABITANTES
Artesana. Aragonesa de La Franja, cerró su taller en el centro de Zaragoza para vivir en una aldea de Llanes. Lleva en ella quince años elaborando sus piezas de joyería, con vidrio de Murano como materia prima

PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA

Aline Desir nació en Bochum (Alemania) donde su padre estudiaba Medicina, se crió en Fabara, en La Franja zaragozana, y reside en Oviu (Llanes), una aldea a medio camino entre Nueva y Cuevas del Mar en la que asegura haber encontrado su «lugar en el mundo». En ella construyó su casa y tiene su taller de joyería esta gemóloga de formación, fascinada por el vidrio de Murano, la materia prima de sus creaciones de autor bajo la marca Envidria, además de la plata y el esmalte. Preside además el Sindicato de Artesanos de Asturias.

«¿Que cómo acabe aquí? Empecé hacia el 92 con los primeros mercados medievales, coincidía con asturianos y me hacían gracia por su forma de hablar. Luego vinimos al Mercáu Astur de Porrúa. Me esperaba cualquier cosa, pero fue alucinante todo, la cantidad de gente que acudió, el entorno. Me quedé pillada. Tenía ganas de salir de la ciudad y un amigo joyero quería mudarse: ¿quieres compartir casa?, me dijo. Cerré mi taller en el centro de Zaragoza y me vine. Estuvimos cuatro años en Naves, dos en Nueva, y vimos esto. Llevo ya en Oviu quince años y estoy feliz», relata. En el taller diseña y elabora las piezas que vende directamente, por internet o en mercados, «donde más me ‘presta’, porque me gusta mucho hablar. En el de Nueva los sábados aprovecho para saludar a mis vecinos, porque en el pueblo estoy trabajando encerrada, ni nos vemos». Es un espacio de labor abierto en el que realiza demostraciones «entre quien entre por la puerta, que suele ser gente muy curiosa». La afluencia de visitantes es especialmente notoria en época veraniega, al ser lugar de paso hacia las playas de Cuevas y San Antonio.

«Descubrimos este rinconín, las vistas, la gente, me encanta todo. Y el mundo rural es mi medio, no hay nada forzado en vivir en él, soy de pueblo y aunque me he pasado la vida viajando siempre he estado en contacto con la naturaleza. Este me parece el paraíso de verdad, la temperatura, el privilegio de tener tanta agua y que desarrolle todo con una facilidad tropical. Llueve mucho, sí, pero a mí me gusta», proclama. Sigue viajando por mercados de toda España, para proveerse de vidrio en la isla de Murano o para acudir a ferias monográficas de Francia, Alemania u Holanda. En Oviu el suyo es el único negocio que no se dedica al turismo rural –«no tenemos tienda ni bar»– y los alojamientos locales le envían habitualmente a sus huéspedes al taller.

Mientras ultima la organización del mercadillo navideño de Gijón, como representante del gremio de artesanos, lamenta que sus compañeros de oficio «tengan que ir a este tipo de ferias en las mismas condiciones que quienes solo compran y venden, con muy poco margen de tiempo». Su otra preocupación es «la falta de relevo generacional en un colectivo relativamente envejecido, nos interesaría dar una visión formativa de la artesanía, nuestro trabajo es patrimonio cultural, debería favorecérsenos algo más». En cuanto a su futuro lo tiene claro: «Me veo en Oviu, hice mi casa, acabo de comprar una huerta y hablo asturiano perfectamente: ¿Quies que te fale?», zanja con una sonrisa.