ALAN GARCÍA – PANADERÍAS ARTESANAS MANÍN – CANGAS DEL NARCEA – 11.817 HABITANTES
Pueblo, familia y tradición son los valores con los que Alan García expandió desde Cangas del Narcea su red de panaderías artesanas ‘Manín’, que ya se extiende por parte de Asturias y que pretende seguir creciendo

LUCÍA LÓPEZ PÉREZ

Alan García, ‘Manín’, asegura que tuvo «la suerte» de vivir toda la vida con sus abuelos, lo que le hizo conocer de primera mano la forma artesanal en la que se hacía el pan en Cangas del Narcea. Agua, harina, sal y un horno de leña eran los únicos ingredientes necesarios en una receta que pasó de sus abuelos a sus padres y que terminó llegando a sus manos. En ellas, Alan fundió los conocimientos de toda una vida con lo aprendido durante su formación en el Instituto Técnico de la Pastelería y Panadería Asturiana (Iteppa) y en la Escuela de Hostelería de Gijón. Así creó Manín, un negocio familiar asentado en parte de Asturias que busca seguir extendiéndose.

La primera de las tiendas la abrió en 2010, movido por la ilusión que le proporcionaba tener «un reparto bastante amplio por los pueblos». Lo hizo en el barrio de La Corredoria, sentando cátedra de lo que quería conseguir con su negocio, que no era otra cosa que «mimar el producto y hacer artículos que merezcan la pena». No fue fácil. Alan recuerda que «los inicios fueron difíciles porque en Cangas todo el mundo nos conocía, pero en Oviedo era diferente». Pese a ello, consiguió ganarse el respeto de los clientes gracias a la cercanía de sus empleados y a su mantra principal: «Al cliente hay que escucharlo».

El éxito cosechado en La Corredoria dio a Alan el aliento necesario para abrir su segunda tienda en Cangas del Narcea, a la que siguieron dos más en Gijón y una en Tineo. En total todas ellas cuentan actualmente con 42 empleados. Asegura que su esfuerzo ha sido sólo suyo y de su familia, ya que «nunca me ayudó nadie de la Administración y a mis padres tampoco», aunque cree que la raíz del problema no se encuentra tanto en las ayudas, que también, sino en la educación. Alan es consciente de que «no todo el mundo, sobre todo los jóvenes, pueden hacer el esfuerzo económico de adquirir determinado producto artesano». Esto es lo que motiva a las multinacionales a «copiar» los productos artesanales de una forma menos sana, «añadiéndoles un montón de aditivos y azúcares», y lo que provoca, a su vez, que «mucha artesanía se está quedando en el tintero». Para esto su madre, Ana ‘Manín’, propone «una mayor oferta de Formación Profesional en los institutos», algo que para ella «sería muy importante en estos núcleos rurales» para evitar que los oficios artesanos se pierdan.

Ante esto Alan advierte de que «es ahí donde hay que poner el ojo», ya que, asegura, «hay un componente cultural gastronómico, arraigado a la zona, pero debería haber un componente educativo que hiciera más hincapié en lo que es nuestra salud alimentaria».

Pese a su optimismo y su ilusión por trabajar, el pastelero cangués asegura que no todo es «la casa de la pradera» pues cada invierno se enfrentan a las nevadas que les permiten acceder con dificultad a la nave principal, ubicada en la montaña. No obstante, para él, que es un creyente acérrimo del karma, el esfuerzo ha merecido y seguirá mereciendo la pena, sobre todo si el éxito se lleva con «humildad». Y es que para Alan «vivir en el pueblo te hace humilde porque te das cuenta de que no por tener más eres más que otras personas». Una filosofía que, sin duda, demostró en la lectura del pregón de las fiestas de Cangas del año pasado y que mantiene, asegurando que es «la persona más feliz del mundo: vivo en el pueblo, creo sinceramente en todo empleo que se pueda generar aquí y si es con economía circular, me encanta».